Funcionarios de brazos cruzados: "Me jubilo tras años intentando que me den trabajo"

Fuente: 
elconfidencial.com

Jaime Nicolás sí preferiría hacerlo. A sus 69 años, este técnico de la Administración Civil, uno de los cuerpos de élite de funcionarios, brillante y socarrón, encara los últimos meses de servicio al Estado. "El 25 de agosto, día de san Luis, rey de Francia, cumplo 70 años y ya no puedo seguir. No me jubilo, me jubilan. Voy a llevar 45 años de servicio y los últimos cinco sin hacer nada". Porque Jaime lleva ese tiempo arrinconado en un pasillo, pese a que ha pedido repetidamente tarea, incluso por vía judicial. "Me he presentado a las plazas que salían y he pedido puestos por debajo de mi nivel en la Administración [30, el máximo], pero no me han dado nada. En una semana, digamos que mi trabajo lo resuelvo en una hora. Es indignante y humillante". Hace unos años, él dio el paso y denunció públicamente la situación de aislamiento y ostracismo que viven muchos altos funcionarios cuando llega un político que no se fía de ellos. En la práctica, no le ha servido de mucho. Aunque añade: "He ganado la dignidad y el respeto de mis compañeros. Todo el mundo sabe que yo he intentado trabajar".

Jaime Nicolás ocupó durante años el cargo de mano derecha de Francisco Rubio Llorente en el Consejo de Estado. Cuando el PP llegó al poder, volvió al Ministerio del Interior. Le correspondía ese puesto porque allí había sido su último destino: "Asesor ejecutivo del director general de Policía y Guardia Civil". No le fue fácil encontrar ocupación. "Me costó dos meses que me dieran un destino. Estuve dos meses en mi casa cobrando y llamando a personal a ver si me asignaban destino. Ya cuando conseguí hablar con la subdirectora de personal, le dije que en el ministerio había política electoral, extranjería, asilo, relaciones internacionales… 'No, no, no.. Hemos pensado en un puesto idóneo para una persona como tú”.

Ese 'puesto idóneo' era el de "vocal asesor al secretario general de la Gerencia de Infraestructuras y Equipamiento de la Seguridad del Estado" (GIESE), el organismo que vende y compra terrenos y cuarteles de Interior. Con su nivel y sus trienios, el sueldo no es malo: más de 3.500 euros al mes. La oficina está en un buen sitio en el centro de Madrid y tiene un buen despacho. Jaime cuelga su sombrero y su abrigo y despliega papeles sobre una mesa para contar su caso. Cuando lanza alguna maldad con su fina ironía, mira por encima de las gafas y parece que le brillan los ojos. El problema en el GIESE no es que no fuera su área. Es que no había nada que hacer. “Estuve año y medio sin hacer absolutamente nada. Salvo una llamada al Consejo de Estado para ver si había entrado un dictamen que interesaba mucho al organismo, pero con la orden de no hablar con los letrados, solo con el auxiliar del registro. No sé, quizá fueron 10 minutos. O más, porque no se puso a la primera e insistí. Quizás una hora. Y yo, dale que te pego: 'Oye, quiero trabajar, quiero trabajar".

En esas circunstancias, el camino al trabajo no era sencillo. Agarra un papel y garabatea un esquema con el recorrido que tiene que hacer a diario para llegar a su despacho. "Cada mañana cuando voy al despacho, entro desde los ascensores y paso el arco de seguridad. Camino por el pasillo y me ve el agente de seguridad, la secretaria del director, un funcionario, otro, aquí hay un gran despacho con varios funcionarios que también me ven. Giro, vuelvo a girar, vuelvo a girar hasta que llego a mi despacho en el culo del edificio. Al principio, acojonaba e indignaba. En todos los despachos me veían y pensaban: ¿Y este tío? ¿Viene aquí a tocarse las pelotas? ¡Será sinvergüenza! ¡Será fresco!. ¿O será realmente un desecho de tienta? ¿Estará para el arrastre, para el pudridero?".

Entonces puso la primera demanda por acoso. Se basaba en "el protocolo de actuación frente al acoso laboral en la Administración General del Estado”. Se trata de un texto aprobado en 2011 que cita como primera causa de acoso “dejar al trabajador de forma continuada sin ocupación efectiva, o incomunicado, sin causa alguna que lo justifique”. Llevó su caso a los tribunales y perdió. Eso sí, la juez de la Audiencia Nacional que negó que sufriera acoso a la vez criticó la actitud del Ministerio del Interior. “No se justifican situaciones como la analizada, de destinar a puestos carentes de trabajo y funciones y con inevitables consecuencias en el derecho al cargo y a la dignidad profesional. Falta de justificación inconcebible más aún en la actual situación de crisis económica”. "No me dio la razón, pero me dio el derecho. La satisfacción moral, que era lo que buscaba, me la llevé", cuenta Jaime. "Lo que defiendo con la denuncia del acoso y de los otros desmanes es luchar por mi dignidad y por la dignidad y profesionalidadde la función pública".

Sigue leyendo la noticia original y la intervención de Jordi Solé Estalella, presidente de FEDECA, pinchando aquí.